martes, 23 de febrero de 2010

Viaje a Córdoba

Mamá me avisó que papá esta cada vez peor, y me pidió que viaje a Córdoba para darle una mano. Como siempre mi hermano Luis estaba de viaje. Me contó que se había ido a Brasil y  por allí andaba con otros vagos como él, vendiendo pulseritas y haciendo tatuajes temporales en la playa.
-Tu papá está muy enfermo- me dijo cuando me llamó por teléfono- me pidió que te dijera que vengas…-.
Pedí unos días de licencia en el trabajo y saqué el boleto para viajar esa misma noche. La verdad es que estaba preocupada: mi viejo grave, mi mamá con sus propios problemas de salud, sin poder contar con mi hermano tampoco…
Apenas pude dormir en el viaje. Iban y venían a mi mente todos los recuerdos que había archivado en algún lugar de mi corazón: El día que papá, después de volver de uno de sus viajes, me regaló la muñeca que todavía conservo; las veces que, siendo yo adolescente,  me llevaba y me buscaba cuando salía a bailar con mis amigas; en mis 15, bailando el vals orgulloso con “su nena”; luego mi viaje a Buenos Aires, las peleas y el arrepentimiento de tantas cosas dichas…
Llegué como a las seis de la mañana y estaba esperándome mi primo. Me dio la mala noticia: mi papá no había pasado la noche.

Lloré abrazada a mi madre como cuando era niña. Ella acariciaba mi cabello, queriendo consolarme, como olvidando su propio dolor…
Mezcla de tristeza y alegría fue el reencuentro con tíos, primos y amigos que hacía siglos no veía…ahora  recuerdo esos momentos como si los hubiera soñado…

Mi hermano llegó el día después del funeral. ¡Mi compañero de juegos infantiles! Nunca había estado a la altura de las exigencias de mi padre y eso había dejado impresa una honda tristeza en sus pupilas. Cuando nos abrazamos me susurró en el oído:
-¡Qué linda que estás! Te presentaría alguno de mis amigos, si no fuera que son todos gays como yo!

Volví a Buenos Aires hecha pedazos. Traje conmigo la promesa de mi hermano que cuidaría de mamá, y que pronto me visitaría.


1 comentario:

  1. Hey, que duro. Uno nunca está preparado, y quien le tiene cariño a Analía, mejor callar antes que decir nada inconveniente.
    cuando algo muere, un sin fin de cosas mueren, ¿no? pero también otras sobreviven.
    ¿No son demasiadas cosas en la mochila de esta muchacha?

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