domingo, 14 de febrero de 2010

Insiste y conseguirás


Pablo reapareció. Me llamó justo cuando estaba llegando a la oficina. Me invitó al cine, a ver una comedia. Le dije que no podía, que tenía otro compromiso. Insistió, pero no aflojé. ¿Qué se piensa este engreído? Me dejó plantada por una semana completa. Y ahora pretende que yo deje todo para ir corriendo a verlo. Que ni lo piense, ni lo sueñe, ni lo imagine.

“No me mandaste ni un miserable mensaje”, le dije. Me respondió que había estado con mucho trabajo, no había tenido tiempo para nada y encima tuvo que irse de viaje. Le dije que en serio no podía, que tenía que ir a una entrevista de trabajo. Que cualquier cosa yo le iba a avisar cuando tuviera tiempo para él.

“Prometeme que salimos mañana” me dijo. “No prometo absolutamente nada”, contesté…(”A este señor no tenemos que darle el gusto muy rápido, Analía, no aflojes ¡por favor!” me repetía la voz  de mi otro yo).

Por supuesto que todo era mentira, que no tenía ninguna entrevista, pero no se me ocurrió otra cosa.

“No vayas hacia él. Deja que él venga hacia ti” me dijo Lorena cuando le conté lo que estaba pasando. Eso hice, iba a tener que esmerarse.

Durante el resto del día, a cada hora, me envió un mensaje con un piropo de esos que te levantan la autoestima y que no te dicen muy seguido (lo único que escucho en esta ciudad son groserías, no como  en mi Córdoba natal…los hombres cordobeses son sumamente imaginativos). Debió tenerlos anotados, no me explico sino cómo se acordaba de tantos. Pero igual yo seguía enojada. O me hacía la enojada, para el caso es lo mismo. A la noche me volvió a llamar. Me preguntó si estaría libre al viernes, que tenía muchísimas ganas de verme, que no se había olvidado de mis besos, que teníamos que seguir conociéndonos, que no podía dejar de pensar en mí, que fuéramos a cenar, que después, si yo quería podríamos ir al cine, o a bailar, donde yo quisiera, que yo pusiera las condiciones...

Y bueno, no pude negarme.

Cuando le conté a Lorena me preguntó: “¿Te va a pasar a buscar en su auto?”.

“No, quedamos en encontrarnos en el bar del otro día, porque él se va a quedar trabajando en su oficina; me dijo que tiene muchas cosas atrasadas por el viaje y que  iba a ir directamente…Y me parece que no tiene auto, o al menos las pocas veces que salimos no dijo nada acerca  de eso.” Lorena me miró y sentenció:

”Querida Analía, una princesa tan bella como vos se merece que la pasen a buscar en una carroza último modelo, en lo posible importada”.

Pero yo le respondí que no quería que supiera dónde vivo. Después de todo, no había pasado demasiado tiempo desde que lo había conocido.

4 comentarios:

  1. ¿Qué tiene que ver el auto y la carroza?
    Es cierto, no hay que insistir tanto, al fin las mujeres son las que deciden.

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  2. Sr. Crónicas:
    Los autos modernos son descendientes de la carrozas antiguas que hacían aparecer las hadas cuando una hermosa señorita debía encontrarse con su principe. O el príncipe la pasaba a buscar en su carroza tirada por caballos blancos...
    En cuanto a la otra parte del comentario, ella decide que sí, cuando consigue que él venga hacia ella...

    Saludos

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  3. Srta. Maribe:

    ¿Y si la persona que Analía desea -no Pablo, el de este cuento, que seguramente tendrá un auto- no tiene una carroza?
    ¿Irá por sus besos o por el auto?

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  4. Sr. Crónicas:
    Seguramente irá por sus besos, es una chica romántica...tal vez cuando tenga más edad, se canse de viajar en subte y colectivo y prefiera la comodidad de un hombre con auto incluído, o tal vez sea ella misma la que se compre el auto y al diablo con el hombre!...

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