miércoles, 24 de marzo de 2010

Gustavo se fue de viaje al día siguiente. Iba a volar antes que la comitiva de la empresa, para ajustar algunos detalles previos. Fuimos a llevarlo al Aeropuerto de Ezeiza. Digo fuimos porque para variar, vino Pablo con nosotros dos. La excusa fue que yo no sabía manejar y Pablo se había ofrecido gentilmente. Los dos se sentaron en los asientos delanteros y yo, detrás. Pablo manejaba y todo el tiempo me observaba por el espejo retrovisor. ¡Estúpido! Sabía muy bien que a pesar de que yo miraba por la ventanilla para no pensar y hacerme la distraída, me ponía nerviosa. Gustavo conversaba con Pablo alegremente, contando algunas anécdotas de sus viajes en avión. Cuando tomamos la Autopista Richieri, Pablo aceleró. Pronto llegaríamos. Gustavo se dió vuelta para preguntar como estaba “su princesa”. Le contesté “Bien” pero pensando “Mi amor, encima que te vas por una semana, me dejás con el Lobo Feroz…”
Finalmente llegamos, bajaron las maletas y nos dirigimos hacia el Espigón Internacional. Cuando anunciaron la partida, lo abracé fuerte, lo besé y le dije que lo iba a extrañar. Se fue rápidamente mientras nos saludaba con la mano…


-Analía, no sabés cuánto hace que espero este momento. Tenemos que hablar…-
Pablo me seguía a través de la gente. Yo caminaba cada vez más rápido.
-No tenemos nada de qué hablar Pablo. Soy la novia de Gustavo. Dejame en paz-.
Llegamos al auto y dudé en subir. Pero tampoco sabía cómo volver desde Ezeiza a mi casa.
Cuando cerré la puerta, Pablo activó el cierre centralizado y arrancó. Lo miré con odio.
-Analía, dale, aflojá, en serio tenemos que hablar. Lo que pasó entre nosotros no puede quedar así. ¡Fui un boludo al perderte! Encima de esa forma tan, tan…-
-¡Tan de cretino!- lo interrumpí.
Paró el auto. Yo no me había dado cuenta del camino que habíamos tomado. Estábamos en los Bosques de Ezeiza.
Me dijo:
-Vení, dale, bajemos y caminemos un rato, por favor te pido…-
Me bajé. Era una tarde hermosa. Apenas había un par de personas .Caminamos entre los árboles...
-Mirá Pablo, vos a mí me lastimaste mucho.-le dije.
-Pero Analía, no entendés...- y tomándome del brazo me dijo- Yo sigo enamorado de vos, te busqué por todos lados, no sabía dónde trabajabas, donde vivías, no contestaste mis llamadas ni mis mensajes, tampoco los mails…Tenés que darme otra oportunidad, vos ahora sabés que es cierto que me divorcié, que es cierto que esa nena no es mi hija, por favor Analía- Y tomándome fuertemente de la cintura me dió un beso que me quitó el aliento.

“¡Ay, ay, ay como hago para frenar esto!¡Cómo hago, Gustavo no se lo merece!”

Lo empujé con fuerza y le grité:
-¿Pero vos estás loco?
-Ya no puedo verte abrazada a él, no puedo ver más que lo beses, ni que lo mires. Esos besos fueron míos, me pertenecen-.
-Mirá Pablo, vos te lo perdiste. Yo estaba enamorada de vos y lo echaste todo a perder.No hablemos más, llevame a mi casa por favor-.
De pronto se sentó en el tronco caído de un árbol y se puso a llorar como un chico…Me senté a su lado para que dejara de hacerlo. Me miró y entonces le dije:
-Pablo, vámonos de este lugar. Pronto anochece y ya no queda nadie, sólo nosotros dos. Me da miedo…

1 comentario:

  1. Esa cabeza? Para dónde mira?
    Se me ocurre preguntar si se pueden amar a dos personas al mismo tiempo, con la misma intensidad, con igual pasión?
    Yo tengo mi respuesta.
    La cuestión es: ¿tiene Analía la suya?
    (Que salga del Bosque rápido, ella misma lo ha tratado de "lobo").

    ResponderEliminar

Comentame, que me gusta...

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails