domingo, 17 de enero de 2010

El otro día


El día que te fuiste cerré las ventanas. No quería que ningún viento entrometido quitara tu perfume que se había impregnado en mi cama.
Sujeté con alfileres las fotos del último viaje que hicimos juntos, en ese panel de corcho que habías comprado aquella vez, y lo colgué delante de la cómoda en lugar del espejo. No quiero verme llorar porque no estás conmigo.
Por último pegué todos los trozos del cenicero que te tiré y lo coloqué en su lugar. No sea que vuelvas y tires la maldita ceniza de tu cigarro en la maceta del ficus que me regaló mi madre.


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